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Discurso de Rafaela Romero

Discurso de Rafaela Romero

 

 

Queridas Carmen, Marixabel, Jaime, Francisco y María, que hoy no ha podido acompañarnos.

 

Presidenta del Parlamento Vasco.

 

Diputado General, Consejero de Interior.

 

Delegado del Gobierno

 

Autoridades judiciales, policiales, representantes de las asociaciones de víctimas, junteros y junteras, personal de la institución, ciudadanos todos, buenos días.

 

Bienvenidos y bienhallados en esta vuestra casa, las Juntas Generales de Gipuzkoa.

 

Soy Juntera desde hace más de catorce años, los últimos tres con el honor de Presidir esta institución. En todos estos años he conocido, he aprendido, he crecido, viendo más allá de mi ideología y mis creencias, interiorizando que nadie es imprescindible, que todo es francamente mejorable y que ninguno estamos libre de culpas, disculpas o errores.

 

Un poco de ese saber tenían Jaime Arrese y Juan María Jauregi, euskaldunes, guipuzcoanos, del Deba y del Oria, comprometidos, políticos, luchadores, esforzados. Dos hombres para una misma historia, la del pueblo guipuzcoano y vasco, vapuleado por mil luchas y herido por más de medio siglo de violencia intensa. Violencia, terrorismo, que se han acompañado de fracturas que nos han dividido a unos y a otros, haciendo bandos enfrentados, creando trincheras, sembrando toda nuestra tierra de lugares de incomprensión, de indolencia, de olvido y de impotencia.

 

Jaime Arrese era buena gente. Amante de su mujer, de sus hijos, Jaime y Francisco, de sus amigos, de sus principios, de sus rutinas y de su querida tierra vasca. Amante de su pueblo, tanto, que amaba como pocos sus símbolos, y de todos es conocido que fue el primer alcalde en colocar nuestra bandera, la ikurriña, en el balcón de su Ayuntamiento, en Elgoibar, tras su legalización al fin de la dictadura franquista.

 

Juan Maria Jauregi, querido compañero socialista de personalidad inquieta, decidida y vitalista. Juan Mari, compañero de vida de Marixabel y padre de María, que no renunció a su derecho legítimo a quedarse en esta tierra, que era la suya y la nuestra, y por eso le mataron. Juan Mari era un hombre al que la suerte de conocer y la oportunidad de trabajar con él. Me acompaña el recuerdo de su carácter alegre, y su compromiso por la paz y frente al totalitarismo. Juan Mari era un hombre jatorra, un "plazagizon" - como decimos aquí - al que todos aprendimos a querer y a entender, hasta comprender, su confianza extrema en la palabra como instrumento para resolver los conflictos y su incansable búsqueda de los puentes de diálogo.

 

Juan Mari y Jaime fueron miembros de esta Cámara y ambos fueron asesinados por el fanatismo y la sinrazón que siembre caracteriza a la violencia terrorista.

 

Con la colocación en este lugar de honor de dos placas en su memoria, revindicamos a Jaime y Juan Mari como testimonio de razón ética y política. Les señalamos como evidencia de la superioridad de la democracia.

 

Les mostramos como símbolos de nuestro compromiso en la búsqueda de los caminos que conduzcan a la paz y a la libertad del pueblo vasco.

 

Una paz definitiva.

 

Una paz que no olvide a las victimas sino que se enriquezca con ellas y sus historias.

 

Una paz con memoria que nazca del respeto y la tolerancia.

 

Estas dos placas llevan el símbolo de esta institución histórica, sede del diálogo y de la palabra a la que pertenecieron Jaime y Juan Mari; símbolo que es acompañado de la "siempreviva" que señala los lugares de nuestra tierra gravados a partir de ahora en el mapa de nuestro recuerdo. Un mapa de la memoria de todos los que perdimos sin querer que se fueran. De todos los "imprescindibles" que se marcharon por la acción totalitaria de la violencia.

 

Como Presidenta de esta institución, este es un acto que me honra presidir. Porque hoy me siento feliz y reconfortada al inaugurar en esta sede un espacio que tiene como destino homenajear a la dignidad humana. Un espacio que sirve como testigo de la denuncia moral y política de la violencia y del totalitarismo. Una Denuncia moral y política que nos sirve para gritar la verdad sobre estos dos nombres y todos los nombres de las víctimas.

 

Y no sólo será recuerdo porque a Jaime y a Juan Mari les acompañará siempre una luz que permanecerá ente ellos imperecedera e inagotable. Un río de luz democrático que acompañe los nombres de estas dos personas valientes y honradas que trabajaron por su país, que es el nuestro.

 

Amigos y amigas, nuestros días permanecen necesitados de luz para honrar a los ausentes como Jaime y Juan Mari. Ausentes que destacaron por ser gente leal y entregada a causas en las que creían de manera apasionada, y por lealtad a una sociedad a la que amaban, la sociedad vasca

 

Luz para iluminar a los que no fueron extremistas ni fanáticos.

 

Luz para alumbrar un futuro en que la sociedad vasca avance en el rechazo total y definitivo de la violencia; en la superación del miedo; en la regeneración de los valores, en la recuperación de la verdad histórica hacia las victimas.

 

Luz para despejar el camino en que se abandone la socialización del odio y de la violencia, a través de las ideologías y de los sentimientos.

 

Luz que nos acompañe en la búsqueda de nuevas políticas para reanudar la confianza perdida entre unos vascos y otros. Porque nuestro tiempo aun permanece necesitado de luces que nos ayuden reconocer las responsabilidades que a cada cual nos corresponden en el objetivo de ayudar a nuestro pueblo a dejar de sufrir.

 

Queremos que los que matan, dejen de hacerlo porque su tiempo se ha acabado. No queremos más violencia. Porque no queremos más ausencias. Ni lo queremos, ni lo entendemos, ni ya nunca lo justificaremos. Queremos todos avanzar en el camino de la paz y reconciliación que nuestro pueblo tanto necesita y tanto merece.

 

Carmen, Marixabel, no quiero dejar de hablar en este acto merecido en la memoria de vuestros esposos, sin recordaros a vosotras. Dos mujeres a las que la violencia rompió su vida y las dejó solas. Sirvan mis palabras para trasladaros, lo que la inmensa mayoría del pueblo vasco ha querido deciros todos estos años.

 

Ya no estáis solas, es más, no queremos que estéis solas. Nuestras casas son vuestras casas. Nuestro cariño, os lo dedicamos. Y los hombres y mujeres que aquí estamos somos madres, padres, hermanas y amigos para vosotras y para todas las víctimas.

 

Juan Goitisolo dedicó unas palabras para Julia, que podrían ser para cualquiera de vosotras, Carmen o Marixabel.

 

 

Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable.

 

Te sentirás acorralada,
te sentirás perdida o sola,
tal vez querrás no haber nacido.

 

Yo sé muy bien que te dirán
que la vida no tiene objeto,
que es un asunto desgraciado.

 

Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.

 

Un hombre solo, una mujer,
así, tomados de uno en uno,
no son polvo, no son nada.

 

Pero yo cuando te hablo a ti,
cuando te escribo estas palabras,
pienso también en otros hombres.

 

Tu destino está en los demás,
tu futuro es tu propia vida,
tu dignidad es la de todos.

 

Otros esperan que resistas,
que les ayude tu alegría,
tu canción entre sus canciones.

 

Entonces siempre acuérdate
de lo que un día o escribí
pensando en ti como ahora pienso.

 

Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.

 

La vida es bella, tú verás
como a pesar de los pesares,
tendrás amor, tendrás amigos.

 

Carmen, Marixabel, Nos tenéis a NOSOTROS y nos tenéis PARA SIEMPRE. Muchas Gracias.

 

 

Rafaela Romero

Presidenta de las Juntas Generales de Gipuzkoa

Donostia-San Sebastián, 22 de marzo de 2010

 

 


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