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Escultura

Dos nombres ocupan el panorama escultórico vasco de finales del siglo XIX y principios del XX. Se trata de Paco Durrio (1868-1940) y Mogrobejo (1875-1910). El primero, amigo personal de Gauguin, simultaneó su trabajo de joyero, con piezas de clara inspiración modernista, con la de escultor con obras como el Monumento a Arriaga (Bilbao). Por su parte, Mogrobejo fundiría la influencia modernista con una huella innegable de Rodin.

 

A partir de ahí se entra en un periodo crítico en la originalidad y en la producción, teniendo que esperar a la década de 1950, ya que es en estos años cuando se gesta un verdadero movimiento creativo de gran importancia internacional.

 

Este movimiento, al que podemos llamar generación, se caracteriza por desarrollar una línea claramente abstracta. Forman parte de ella destacados artistas de la talla de Ricardo Ugarte, seleccionado para el nuevo edificio de la Unión Europea de Bruselas. También merecen citarse las obras de Néstor Basterrechea, Remigio Mendiburu, León Barrenechea, Andrés Nágel, J. M. Alberdi Urcaregui, Ascasibar, Cobreros, López Carrizo, Elguezua y el zumaitarra Julio Beobide.

 

Pero los dos escultores que más han influido en sus contemporáneos han sido Jorge Oteiza y Eduardo Chillida. Realizan su obra libre y original, tanto en su tierra como en otros continentes; sus materiales preferidos: hierro, cemento, madera y piedra.

 

Jorge Oteiza nace en Orio en 1908 y fallece en San Sebastián en el año 2003. Oteiza y su obra es una de las mayores influencias en las vanguardias artísticas de la última mitad del siglo XX más allá de nuestras fronteras, logrando una merecida reputación de artista comprometido con la experimentación y el papel transformador que el arte contemporáneo debe tener en la sociedad.

 

En la misma época en la que recibe el Gran Premio Internacional de la IV Bienal de São Paulo (1957), decide abandonar el expresionismo y la figuración para tomar el camino de la abstracción, basado en la investigación geométrica-racional. Hacia la década de 1960 el artista decide abandonar la escultura y se centra en la impulsión y creación de colectivos de artistas como el importante grupo Gaur.

 

Su compromiso con la cultura vasca hace que lidere movimientos y actuaciones en su defensa. En este contexto surgen los grupos de la Escuela Vasca, formados en cada una de las provincias. El citado Gaur fue el grupo más activo, con figuras como el propio Oteiza, Chillida, Basterretxea, Zumeta o Balerdi. Al mismo tiempo, Oteiza interviene junto a otros profesionales en proyectos urbanísticos como la plaza de los Fueros de Rentería o la madrileña plaza de Colón. En 1972 vuelve a retomar el trabajo escultórico.

 

La producción de Oteiza abarca desde monumentales monolitos (Monumento al prisionero político desconocido) a geométricas y desocupadas cajas o construcciones (Caja vacía) que suponen la culminación del reduccionismo y del protagonismo del hueco.

 

Eduardo Chillida (San Sebastián, 1924-2002) es un artista universal indiscutible por su aportación al arte y su inmenso legado. Chillida construye un equilibrio entre lo material y lo espiritual usando como materiales la tierra, el hierro, el acero, el granito, el hormigón y la luz como un elemento más. Con ello consigue crear espacios atemporales adaptados a su entorno.

 

De su producción, podemos destacar tres aspectos significativos: la definición del espacio, derivada tal vez de su inicial formación como arquitecto o, probablemente, de la influencia y admiración confesada hacia el escultor Henry Moore; el brutal primitivismo, coincidente con Brancusi y, finalmente, la selecta ubicación de la obra. De hecho, a partir de 1966 desarrollará la convivencia entre arquitectura, escultura y espacio público. Frente a otros artistas, Chillida concibe ese espacio público como activo participante en la obra.

 

Su primera exposición la realiza en París en 1950, año en que se casa con Pilar Belzunce.

 

La obra de Chillida es tan extensa como su palmarés de premios y sus exposiciones por todo el mundo. Ha recibido casi todos los premios existentes a lo largo de su vida: de la Bienal de Venecia al Kandinsky, del Wilhem Lehmbruck al Príncipe de Asturias, del Kaiserring alemán al Premio Imperial en Japón. Su obra está presente en más de veinte museos de todo el mundo, y exposiciones retrospectivas se han celebrado en Houston y en Berlín, en Madrid y en Caracas, en Londres y en Palermo.

 

Sus esculturas se encuentran frente al mar como en San Sebastián, o en la montaña como en Japón, y en ciudades como Washington, París, Lund, Munster, Madrid, Palma de Mallorca, Guernica o Berlín. Sobre su obra han escrito arquitectos, matemáticos, filósofos como Martín Heideggeer y Emile Cioran, o poetas como Octavio Paz.

 

La simbiosis del arte y el espacio público se aprecia en las rocas de San Sebastián donde se instalan los Peines del viento en 1977, constituidos por tres piezas de acero. El propio autor se refiere a esta obra como "abierta a la naturaleza" al dejar que ésta intervenga mediante la acción de las olas y del viento, emitiendo sonidos al penetrar por los orificios abiertos en la base, y alterando el estado original del metal; proceso que en ningún caso ha pretendido el autor evitar al considerar que aporta una mayor expresividad al conjunto.

 

Es indispensable hacer mención del grandioso museo al aire libre de Hernani, Chillida-Leku, que el artista inauguró en septiembre del 2000 como colofón de una vida consagrada al arte.

 

 


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